El cómic de Balthus que completa la exposición del Museo Thyssen

El domingo 26 de mayo se cierra la exposición monográfica dedicada a Balthus (1908-2001) en el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid. En paralelo a la muestra pictórica, el Thyssen publicó un cómic en colaboración con la prestigiosa editorial Astiberri. Balthus y el conde de Rola de Tyto Alba es la nueva incursión del autor en el mundo del arte y de la creatividad, después de La vida. Una historia de Carles Casagemas y Pablo Picasso (2016) y de Fellini en Roma (2017), ambas en el catálogo de Astiberri.

Balthus, conde de Rola no es un catálogo, tampoco una biografía al uso del artista. Tyto Alba reinterpreta la vida de Balthus, la ordena recordando la firmeza de la obra de Balthus a través de los diferentes momentos de su vida: se trata de un artista que no quiso ser vanguardista en los tiempos en los que el arte se transformaba en cada obra, en cada artista, en cada nueva vanguardia; admiraba por encima de todo la pureza de los primitivos italianos y la rotundidad de Cézanne; vivió en primera línea la Segunda Guerra Mundial, pero decidió no introducir la dureza del conflicto bélico en su pintura, consiguiendo mantener su producción al margen de la tragedia; era un creador que valoraba lo espiritual, lo puro y lo trascendente en su obra, muy por encima de la imagen pervertida con la que se ha asociado décadas después.

En Balthus y el conde de Rola Tyto Alba examina quién es realmente Balthus, no sólo el pintor, sino el personaje. El despertar como dibujante del protagonista se debe a la pérdida de su gato Mitsou. Su hermano le anima a dibujar la historia de su gato para volcar en ella su tristeza y esos diseños caen en manos del amante de su madre, Rainer María Rilke. El poeta conviene con el jovencísimo artista (tenía 13 años) publicar su historieta con el título de Mitsou, historia de un gato, con un prólogo del por entonces famoso escritor. A partir de entonces, los gatos están presentes en la vida y la obra de Balthus como un símbolo de lo que no se puede dominar y como un alter ego del artista. Las personas representadas en sus pinturas también tienen relación con los gatos, ya que adoptan las poses extravagantes de los felinos, a veces con la atrevida afirmación del animal, otras veces en sus gestos relajados, descuidados, indolentes.

Volviendo a las poses, también se habla en el cómic de la polémica interpretación sexual de las niñas de los cuadros de Balthus. El pintor afirma desde las viñetas que “mis pinturas de niñas desvestidas no responden a una visión erótica que me convertiría en un voyeur que exterioriza sus tendencias maniáticas…para mí son imágenes angelicales y celestiales”. Sólo reconoce que pintó una obra pretendiamente erótica, La lección de guitarra, de 1934: aquí una profesora tiene en su regazo a una niña que muestra su desnuez de cintura para abajo y sus manos se usan con una mezcla de sadomasoquismo y lesbianismo, mientras la alumna se agarra del pecho de su profesora. “En esos días en París la única forma de hacerse famoso era escandalizar”, le dice el Balthus del cómic a un maravillado David Bowie, otro artista con experiencia en la provocación. En este libro se recuerda que el pintor francés era visitado por famosos que lo admiraban profundamente, como el cantante Bono o la actriz Sharon Stone.

En el cómic se presentan incompletas las historias de la vida de Balthus, el autor nos ofrece unas pinceladas de los protagonistas secundarios y de las escenas, como si fueran unos fotogramas escogidos de una película o las fotografías de un álbum personal. Aparecen algunos de los cuadros más representativos de Balthus, pero solo se menciona un título, “Los hermanos Blanchard”, acompañado de Pablo Picasso, su comprador. El genio malagueño le confiesa a Balthus, con sus grandes ojos y su icónico peinado: “Balthus, eres el único pintor de tu generación que me interesa. Los demás quieren ser como Picasso…tú no”. Otros artistas que pasan por la historia de Balthus son Joan Miró, que posa para él con su hija, o su amigo el escultor Alberto Giacometti, ahora compañero de exposición monográfica en el vecino Museo del Prado. Y también vemos la Villa Medici de Roma, sede de la Academia de Francia en Roma, de la que Balthus fue director y que se encargó de recuperar.

Por tanto, Balthus y el conde de Rola constituye un interesante puente para adentrarse en la obra del genial artista del siglo XX a través de la pintura seleccionada en la exposición del Museo Thyssen Bornemisza. O para acercarse a los cuadros que todavía cuelgan en algunas de las mejores pinacotecas del mundo, venciendo al puritanismo censor de algunos de sus espectadores que no han logrado verla con los ojos adecuados.

 

 


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